Cuidado con los consejos gratuitos

Hoy voy con algo importante: los consejos. Esos que todo el mundo te da gratis, pero que, si no los eliges bien, pueden salirte carísimos.

A ver.

No todo el mundo sabe lo que dice. Y menos han pasado por ello.

Que no puedes ir por la vida pidiendo consejos como quien reparte flyers en la puerta del metro.

Que no todo el que tiene boca tiene sabiduría.

Vamos al lío.


El vecino sabiondo

Todos tenemos uno. Ese vecino que lo sabe TODO. Desde cómo hacer una buena tortilla de patatas hasta cuál es la mejor criptomoneda para invertir. Da igual el tema: siempre tiene una opinión y, lo peor, la comparte como si fuera palabra divina.

El problema no es que hable. El problema es que, si no tienes cuidado, podrías empezar a escucharle.

Un día te dice que inviertas en no sé qué startup porque su primo «ha leído en internet que es el futuro». Y ahí vas tú, con tus ahorros, directo al abismo.

Moral de la historia: No todo el que habla sabe.


¿A quién le pides un consejo?

Es como elegir a un médico. No te operas con alguien que aprendió a usar un bisturí viendo vídeos en YouTube, ¿verdad? Pues lo mismo con los consejos.

  1. ¿Esa persona tiene experiencia en el tema?
    Porque no tiene sentido pedirle consejos sobre negocios a alguien que nunca ha emprendido. O sobre relaciones a alguien que no se entiende ni consigo mismo.
  2. ¿Esa persona tiene algo que perder si se equivoca?
    Un buen consejero se toma en serio lo que dice, porque sabe que su reputación (y tal vez su relación contigo) está en juego.
  3. ¿Te está diciendo lo que necesitas oír, o lo que quieres oír?
    El buen consejo no siempre es agradable. A veces, es una bofetada de realidad.

El consejo de oro de mi abuela

Mi abuela siempre decía:
“Si el consejo no viene de alguien que ha estado donde tú quieres ir, piénsalo dos veces antes de seguirlo.”

Y tenía razón. Un consejo vale lo que vale quien lo da.

Tu amigo que nunca ha pisado un gimnasio no puede decirte cómo ponerte en forma. Tu primo que vive endeudado no debería ser tu guía financiera.

Y ese tipo en redes sociales que «lo sabe todo» probablemente solo quiere tus likes.


Saber escuchar, pero con filtro

Esto no significa que ignores todo. Escucha. Pero filtra.

  • Pregunta: ¿Esta persona tiene autoridad en este tema?
  • Pregunta: ¿Lo que dice resuena con mi intuición o experiencia?
  • Pregunta: ¿Tiene pruebas o solo habla de oídas?

Y lo más importante: valora el consejo en su justa medida. No todos los consejos valen lo mismo, ni todos los consejos son para ti.


Cuidado con el consejo disfrazado de crítica

Otro punto: no todo el mundo que «te aconseja» lo hace con buena intención. A veces, el consejo es solo una crítica con otro nombre.

  • «¿Estás seguro de montar un negocio? Eso es muy arriesgado.»
  • «¿De verdad necesitas irte a estudiar fuera? Aquí tienes todo lo que necesitas.»

Traducción: «No quiero que lo intentes porque me hace sentir inseguro de lo que yo no he hecho.»

Ojo con esto. No dejes que los miedos ajenos se conviertan en tus límites.


El mejor consejero que tienes

Spoiler: eres tú.

Escucha a los demás, sí. Pero al final, la decisión es tuya. Tienes que ser capaz de evaluar los consejos que recibes, integrarlos con lo que ya sabes y, sobre todo, tomar responsabilidad por tus propias decisiones.

Porque, al final del día, quien va a vivir con las consecuencias eres tú, no el vecino sabiondo.


En resumen

  • Pregunta a las personas correctas.
  • Filtra lo que escuchas.
  • Y recuerda: no cualquiera puede aconsejarte.

El mejor consejo no siempre es el más fácil de seguir, pero suele ser el que más vale la pena.

Sixto Arias

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